Aquel hombre del sombrero y la camisa a cuadros en el metro, ¿te acuerdas?, cuando le alcanzó los cinco pesos que costaba el paquete de clínex ví, estoy segura, tan segura como que tú y yo estamos aquí ahora, como que el cielo que flota sobre nuestras cabezas es azul, ví, decía, cómo las puntas, las mismísimas puntitas de sus dedos se iluminaban, como bombillitas. Como farolillos. Como luciérnagas. Como un milagrico.
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